La cistitis idiopática felina es una patología dolorosa que supone alrededor del 70% de los problemas no obstructivos del tracto urinario inferior en gatos de menos de 11 años.
La etiología de esta patología no se conoce con exactitud. El estrés parece ser un factor clave en su aparición, debido a su importante influencia sobre el eje adreno-hipofisario. En situaciones estresantes se libera cortisol y catecolaminas, por lo que se activa el sistema nervioso simpático. Esto produce una mayor permeabilidad del epitelio que recubre la vejiga, permitiendo que diversas sustancias presentes en la orina provoquen la estimulación de las fibras nerviosas circundantes. Se producirá entonces el envío de una señal dolorosa hacia el cerebro vía médula espinal. Además, la “ sustancia P” produce la contracción del músculo liso de vejiga y uretra, así como la activación de los mastocitos que liberan histamina. Todo esto contribuye a la inflamación y edema de la vejiga. Como consecuencia aparecen hematomas en la pared, lesiones que se consideran patognomónicas recibiendo el nombre de “glomerulaciones”. En conclusión, nos encontramos ante un gato sometido a estrés, con dolor e inflamación de la vejiga en ausencia de agentes infecciosos.
Se diferencia entre cuadros agudos o crónicos (normalmente desencadenados por un episodio agudo), así como cuadros obstructivos y no obstructivos.
Los cuadros obstructivos suelen afectar con mayor frecuencia a los machos y suponen una urgencia, por lo que se recomienda acudir al veterinario lo antes posible. Se identifican porque el animal acude de forma frecuente a la bandeja de arena sin ser capaz de orinar. Pueden aparecer vómitos tanto por la elevación de los valores renales como por la liberación de la sustancia P.
En los cuadros no obstructivos el gato presentará aumento de la frecuencia de micción (siendo la cantidad menor), sangre en orina, micción en sitios extraños, lamido compulsivo de la zona genital así como cambios de comportamiento.
El diagnóstico de este enfermedad es complejo y se basa en descartar la presencia de otras patologías como pueden ser cistitis bacterianas o la presencia de cálculos. Las pruebas de imagen como la radiografía o la ecografía son útiles para descartar la presencia de urolitos, permitiendo ésta última además valorar el grosor de la pared vesical. La recolección de la orina debe llevarse a cabo de forma estéril para evitar contaminaciones que nos hagan pensar en una cistitis bacteriana. Nos decantaremos por un diagnóstico de cistitis idiopática felina ante unas pruebas de imagen sin alteraciones (salvo engrosamiento de la pared) y un urianáalísis negativo.
No existe un fármaco específico para el abordaje de esta patología, por lo que el tratamiento debe ir encaminado a disminuir la inflamación y el dolor vesical, así como la disminución de los factores estresantes presentes en la vida del gato. El veterinario administrará antiinflamatorios, analgésicos y relajantes de la musculatura lisa al animal para mejorar su estado, resolviéndose el proceso en el caso de los cuadros no obstructivos en una semana aproximadamente.
Por último, para evitar la aparición o recurrencia de este proceso es fundamental evitar el estrés en el entorno del gato. Para ello hay múltiples opciones, como emplear comederos y bebederos interactivos, aumentar las horas de juego, disponer de varias bandejas de arena y ser especialmente cuidadosos en su limpieza así como preparar zonas de descanso tranquilas.
No dudes en preguntar al veterinario ante cualquier duda que te surja, ¡más vale prevenir que curar!